miércoles, 14 de enero de 2009




Después de haber recaído en la ingenuidad,
creía en lo que menos he escrito.
Estoy, con toda seriedad, bajo el almanaque.
Al fin y al cabo su origen en mi exceso de sensibilidad
es a través de los rayos y los deseos. Y en el
erizamiento casi invisible de la piel.
Jamás estuve más sola que cuando ellos
eran transparentes para mí.
Lo descubro lentamente, pero me voy
apartando precisamente de aquello a lo cual
quiero aproximarme.
Y mis ojos examinaban el reloj, con la menor
importancia sobre la hora.

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